Francisco de Quevedo

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, poeta del Siglo de Oro español, que escribió letrillas, sonetos, silvas, canciones, romances, décimas, etcétera, nació el 14 de septiembre de 1580, en Madrid (España), siendo el representante de la otra faceta del Barroco, el conceptismo, criticando los cultismos, el uso exagerado de metáforas e hipérboles y el retorcimiento sintáctico, privilegiando la paradoja, la antítesis y las comparaciones. Sus temas preferidos fueron el sentido de la vida, el paso inexorable del tiempo y lo indescifrable de la muerte.

Creció rodeado de la nobleza y los lujos cortesanos, hasta que a los seis años conoció el infortunio de la orfandad. Se dirigió a Ocaña (provincia de Toledo) para estudiar con los jesuitas, y luego Teología en Alcalá.

En la Corte de Valladolid comenzó su enemistad con Luis de Góngora de quien se mofaba, dedicándole el poema “A una nariz”. Ese era su estilo, el burlesco, que también imprimió en su única novela picaresca “Vida del Buscón” publicada en 1626, escrita en lenguaje barroco y muy retorcido, donde desfilan personajes marginales facinerosos y truhanes, que reflejan la sociedad española de la época.

No solo fue Góngora motivo de sus burlas, sino que luego se sumarían a la lista, Juan Ruiz de Alarcón y Juan Pérez de Montalbán, todos convertidos en sus enemigos.

Retornó a Madrid con la Corte en 1606, donde continuó escribiendo sátiras y nacen allí cuatro de sus “Sueños”, entablando amistad con Félix Lope de Vega y con Miguel de Cervantes Saavedra.

Su amistad con el Duque de Osuna le permitió viajar a Italia como su secretario en 1613, y luego se trasladó a Madrid donde se contactó con el duque de Lerma que le consiguió al Duque de Osuna el puesto de virrey de Nápoles en el año 1616. Luego de varias misiones más, es recompensado por el Duque de Osuna en 1618, con el hábito de Santiago.

Acusado de tratar de independizarse de España, el duque de Osuna fue condenado, y Quevedo acompañó su desdicha siendo desterrado en el año 1620 a unas tierras para él adquiridas por su madre, pero que el desconocimiento de su propiedad, le acarrearía un largo y costoso proceso judicial que se resolvió en forma favorable recién luego de su deceso.

En ese tranquilo lugar en la Torre de Juan Abad, su inspiración poética afloró en plenitud, completando su obra “Sueños”, escribiendo obras de tono moral como por ejemplo “Virtud militante”, o sobre política, como “Política de Dios, Gobierno de Cristo”, y en defensa del patronato español en “Su espada por Santiago” y “ Memorial por el Patronato de Santiago” en 1628. Tampoco abandonó la sátira que expresó en “La hora de todos” y “Discurso de todos los diablos”; aferrándose para sobrellevar los duros momentos, en el estoicismo de Séneca.

Con la llegada al trono de Felipe IV, y su valido el conde Olivares renació la actividad política y cortesana de Quevedo, escribiendo cartas de sus viajes por Andalucía y Aragón acompañando al rey, quien lo convirtió en su secretario en 1632, aunque también se acentió un hombre de vida desordenada, bebedor y mujeriego.

Si bien el período entre 1633 y 1635 se plasmó en una obra fecunda como “De los remedios de cualquier fortuna” “La cuna y la sepultura” “Los cuatro fantasmas” “Virtud Militante”, “La culta latiniparla”, “La perinola”, la segunda parte de “Política de Dios” entre otras, vendrá a partir de entonces la publicación de varios libelos en su contra, que lo llevaron a prisión en 1639, la que cumplió en León, en el convento de San Marcos, donde se dedicó a la lectura critica de Séneca, Homero y Cicerón entre otros.

La angustia acabó en 1643, retirándose a la Torre de Juan Abad y renunciando a la Corte. Ya estaba su salud muy deteriorada, falleciendo el 8 de septiembre de 1645 en el Convento dominico de Villanueva de los Infantes.

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