José de Espronceda

El gran poeta romántico, admirador de Byron, e impulsivo, José Ignacio Javier Oriol Encarnación de Espronceda y Delgado, nació el 25 de marzo de 1808 en un lugar cercano a Almendralejo (Badajoz) llamado Pajares de la Vega. Fueron sus padres, Juan José Camilo de Espronceda y Pimentel, un militar de edad madura, muy concesivo, y María del Carmen Delgado y Lara, una joven mujer que le dio una exigente educación. Sus tres hermanos murieron muy tempranamente.

Cursó sus estudios en Madrid, en el Colegio de San Mateo. Siendo un adolescente fundó con algunos de sus compañeros de colegio una sociedad secreta llamada “Los Numantinos”, que lo llevo a prisión en un convento de Guadalajara cando fue descubierta. Allí escribió “El Pelayo” de estilo clásico, aunque el romanticismo aparece en exclamaciones y adjetivaciones abundantes.

Se enamoró de Teresa Mancha, hija de un coronel liberal, en Lisboa, donde se cuenta como anécdota que arrojó su poco dinero al agua, pues consideró que era indigno ingresar en esa capital con tan escaso dinero; y con ella viajó a Londres, pero la abandonó para participar en pos de sus ideas liberales en las revoluciones de 1830.

Volvió a España con su amada, a la que debió raptar pues ya estaba casada, y fueron padres de Blanca, pero esta vez fue Teresa Mancha quien lo dejó para siempre. A ella le dedicó “Canto a Teresa”.

En 1840 apareció su “Colección de poemas líricos”. Luego de desempeñar actividades militares (llegó a ocupar el cargo de Primer Teniente de la Compañía de Cazadores de Madrid) fue secretario de la legación española en la Haya en 1841, y diputado.

Entre sus obras poéticas merecen citarse: “El verdugo”, “La canción del pirata”, “A jarifa en una orgía”, “La desesperación” y “El arrepentimiento”. Se destacaron, “El estudiante de Salamanca”, mil setecientos cuatro versos publicados en 1840, donde se mezclan el lenguaje popular propio del romanticismo con el culto del barroco. Trata de un estudiante libertino espectador de su propia muerte. Se inspiró en la figura de don Juan. También cabe nombrar el poema filosófico inconcluso “El diablo mundo” (1841) donde muestra a un hombre bueno en su naturaleza, que víctima de acciones hipócritas y tiránicas.

La difteria determinó su temprana muerte, a los 34 años, el 23 de mayo de 1842, en Madrid.

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