José Zorrilla

José Zorrilla y Moral, el poeta romántico, y dramaturgo, que cantó de modo vistoso y colorido temas medievales, ya sean religiosos, legendarios o históricos, tiñó su obra con rasgos noeoculturalistas y orientalistas. Él mismo definió su poesía lírica, como “la concreción del arte de escribir mucho, sin decir nada”.

Nació el 21 de febrero de 1817, en Valladolid (España). Estudió en el seminario de Nobles de Madrid. No llegó a graduarse como abogado en Toledo pues se dedicó a recorrer las calles conociendo leyendas lugareñas y frecuentando damas. Su pasión por la lectura lo hicieron admirar a Walter Scott, Dumas, F.Cooper, Chateubriand, Rivas, Victor Hugo, y Espronceda. Esta admiración por Walter Scott se reflejó en la obra de Zorrilla. Tal influencia se manifestaba en su forma de narrar historias repletas de temas caballerescos y medievales, una característica distintiva en el trabajo del poeta español. La fascinación por los elementos históricos y románticos presentes en las novelas de Scott llevó a Zorrilla a emularlos e integrarlos en sus propias composiciones, estableciendo un puente entre las tradiciones literarias románticas inglesas y españolas. Su poema épico «El Cid», por ejemplo, muestra esta inclinación por retratar figuras heroicas como lo hacía Scott.

Su padre, un hombre rígido y partidario del absolutismo, lo envió a Lerma a cavar viñas, ante sus fracasos estudiantiles, pero el joven huyó. Se trasladó a Madrid donde la fama le llegó de un modo sumamente peculiar, leyendo una elegía: “Ese vago clamor que rasga el viento…” durante el entierro de del escritor y poeta Mariano José de Larra en 1837, que se suicidó a los 27 años. Zorrilla no pudo terminar sus versos pues sufrió por la fuerte emoción un desmayo, y hubo de concluirla el marqués de Molins. Esta circunstancia le valió ocupar el puesto de redactor, que Larra tenía en “El Español” y la amistad de Espronceda.

Contrajo matrimonio en 1838 con la viuda Florentina O´Reilly, mujer de mucha más edad que él, pobre y madre de un hijo.
En colaboración con García Gutiérrez escribió su primer obra dramática “Juan Dándolo” que se estrenó en el Teatro del Príncipe, en 1839. Los “Cantos del trovador” en tres volúmenes, fueron publicados en 1840, año en que se estrenaron sus tres dramas: “Cada cual con su razón”, “Más vale llegar a tiempo”, “Vivir loco y morir má”s. En 1842 tres obras teatrales son representadas: “El zapatero y el rey”, “El eco del torrente” y “Los dos virreyes”.

En 1845 se dirigió a París abandonando a su esposa, la que nunca le fue fiel, y con quien mantuvo una relación conflictiva, realizando allí cursos de medicina y tomando contacto con personalidades de las letras como Gautier, George Sand, Dumas y Musset.

En 1845 falleció su madre, y cuatro años después su padre. Retornó a a Madrid, con la angustia de que su padre nunca le perdonó la huida del hogar ni el posterior casamiento con esa mujer mayor, además de dejarle cuantiosas deudas.
Fue miembro de la Real Academia española, retornado a París en 1851. Luego vivió en México, en Cuba por un año, y luego se instaló nuevamente en México, siendo nombrado Director del Teatro Nacional al asumir el gobierno, Maximiliano. Durante su estancia en México, Zorrilla no solo dirigió el Teatro Nacional bajo el régimen de Maximiliano, sino que también vivió un período de gran creatividad literaria. A pesar de conflicto con ciertas políticas, observó el folclore y las tradiciones del país, enriqueciendo su visión artística. Esta etapa mexicana le permitió interactuar con las culturas locales, fortaleciendo su empatía y comprensión hacia las historias y leyendas del nuevo mundo, lo que sin duda influyó en sus obras posteriores a su regreso a España. Quedó viudo en 1866, y en 1869 se casó con Juana Pacheco

Se destacaron entre sus poemas: “Poesías” en siete volúmenes, “El desafío del diablo”, “Flores perdidas”, “A buen juez mejor testigo”, “Oriental”, “Recuerdos y fantasías”, y “La azucena silvestre”.

Su extenso poema inconcluso “Granada” evoca la dominación árabe; si bien publicó dos volúmenes en París no lo terminó.

Falleció el 23 de enero de 1893, en Madrid, como consecuencia de una cirugía de cerebro.

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Pedro Salinas

Pedro Salinas, el poeta surrealista, intimista, refinado, sencillo y profundo, nació en Madrid el 27 de noviembre de 1891, vivió su juventud y madurez en la primera mitad del siglo XX, siendo un gran exponente de la poesía lírica española,

Desde joven, Salinas mostró un interés sobresaliente por la literatura. Asistió a colegios prestigiosos en Madrid, donde comenzó a formarse en artes y humanidades, lo que sentaría las bases de su futura carrera académica y poética. Su afición por las letras se consolidó a lo largo de su juventud, especialmente durante sus años universitarios.

Integró la Generación del 27, y junto a Guillén y Gerardo Diego, fue un claro representante de la poesía pura, expresada en sus versos libres. Leo Spitzer, calificó su estilo como de “conceptismo interior”.

Salinas se vio profundamente influenciado por el modernismo de Rubén Darío y el estilo simbolista europeo. Las ideas filosóficas de Henri Bergson y el contacto con la poesía francesa también marcaron su obra, aportando una dimensión introspectiva y pura a sus versos. Estos elementos se reflejan en su interés por la poesía pura y el concepto de “conceptismo interior” que tanto le caracterizaba.

Fueron sus padres, el comerciante Pedro Salinas Elmas y Soledad Serrano Fernández. Estudiante comprometido, estudió Derecho y Filosofía y Letras, llegando a graduarse como Doctor en Letras.

Se dedicó a la docencia universitaria, habiendo sido lector de español en La Sorbona entre los años 1914 y 1917; profesor en 1918 en la Universidad de Sevilla; en 1922 de la Universidad de Cambridge; enseñando en 1923 en la Universidad de Murcia para luego ejercer en la universidad de Madrid en 1926.

Durante la Guerra Civil Española, Salinas, como muchos de sus contemporáneos, se encontró en una encrucijada personal y profesional. Aunque sus actividades se centraron principalmente en la escritura y el pensamiento académico, la tragedia de la guerra le impulsó a buscar nuevos horizontes fuera de España, manteniendo siempre un firme compromiso con la cultura y los ideales humanistas.

Con la Guerra Civil española se trasladó a América desempeñándose en la docencia en Estados Unidos, en la universidad de Wellesley College y en la Universidad Johns Hopkins. En 1943 ejerció en la Universidad de Puerto Rico hasta 1946, en que retornó a la Universidad Johns Hopkins.

En Estados Unidos, Salinas fue recibido con alto reconocimiento en los círculos literarios. Su capacidad para unir la tradición poética española con las tendencias modernas del siglo XX captó la atención de académicos y estudiantes. Publicó algunas de sus obras más significativas durante su estancia, influyendo en futuras generaciones de poetas y consolidando su reputación internacional como un poeta innovador y profundamente personal.

Desde 1915 estuvo casado con Margarita Bonmatí Botella, a quien le escribió “Cartas de amor a Margarita”. Fue padre de dos hijos, Soledad y Jaime. Su esposa intentó suicidarse al conocer un romance que su esposo mantenía desde 1932 con una estudiante y luego profesora de literatura española, Katherine R. Whitmore. A esta amante le dedicó “La voz a ti debida” (1933) “Razón de amor” (1936) y “Largo lamento”(1939).

Estas obras, dedicadas a Katherine R. Whitmore, destacan por su exploración meticulosa de la emotividad y la experiencia amorosa. Salinas rompe con la métrica tradicional a través del verso libre, lo que le permite expresar de manera más íntima y directa los conflictos y sentimientos profundos. «La voz a ti debida» es especialmente relevante por su innovador enfoque del amor como un diálogo constante.

En 1932 fundó la revista “Índice Literario” y tuvo a su cargo la sección de literatura moderna, entre 1928 y 1936 del Centro de Estudios Históricos.

Escribió entre otras obras poéticas: “Presagios” (1923), “Seguro azar” (1929) “Fábulas y signo” (1931) “La voz a ti debida” (1934) “Razón de amor” (1936) “Error de cálculo” (1938) “Poesía junta” (1942) “El Contemplado” (1946) “Todo más claro” (1949) “poesías completas” (1955-1956-1971) y “Volverse y otros poemas” (1957).

Entre sus prosas podemos nombrar “Vísperas del gozo” (1926), “La bomba increíble” (1950) y “El desnudo impecable” (1951).

Escribió también obras de teatro: En 1936 “El director”, en 1943 “Ella y sus fuentes”, siendo de 1945, “La cabeza de la medusa”, “Sobre seguro”, Judit y el tirano”, Caín o una Gloria científica” y “La estratosfera”. “El precio” y “El chantajista” datan de 1947.

Falleció en Boston, el 4 de diciembre de 1951. Sus restos descansan en Puerto Rico.

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Rosalía de Castro

María Rosalía Rita de Castro nació el 24 de febrero de 1837, en Santiago de Compostela (España). Aunque en su acta de bautizo figuró como hija de padres desconocidos, fue su madre una mujer de la nobleza pero con carencias económicas, María Teresa de la Cruz Castro y Abadía y su padre, un sacerdote (José Martínez Viojo). Su madrina, María Francisca Martínez, al servicio de su madre, fue quien se comprometió a cuidarla para que no pasara al orfanato. Mostró siempre inclinación para las artes, no solo se apasionó por la literatura, sino también por la música, la declamación y el dibujo.

Lo que se destacó sobre todo en la obra de esta escritora y poetisa fue que escribió tanto en castellano como en gallego, haciendo renacer esta lengua, lo que se dio en llamar “rexurdimiento”, pues la literatura gallega había desaparecido desde los Reyes Católicos.

Galicia, lograda su independencia, no pudo sin embargo recuperar su cultura lo que incluso dio lugar a revoluciones frustradas como la de 1846.

A los 12 años comenzó a escribir poemas publicando en 1857 “La Flor” su primer libro.

Se casó con el cronista gallego Manuel Martínez Murguia, el 10 de octubre de 1858, admirador de su obra, con quien tuvo siete hijos, los dos últimos tempranamente fallecidos.

Durante su carrera, Rosalía de Castro mantuvo correspondencia y relaciones intelectuales con figuras ilustres de su tiempo, como Eduardo Pondal y Emilia Pardo Bazán. Estas conexiones no solo le proporcionaron apoyo intelectual, sino que también fomentaron un rico intercambio de ideas que influyó en su obra.

Estos lazos la ubicaron en un contexto literario vibrante que nutrió su producción artística.

En 1858 publicó “Lieders”, en “El álbum del Miño”. Un año después su primera novela, “La hija del mar”. El desengaño amoroso fue el tema de su segunda novela “Flavio (1861). Las tres obras citadas fueron escritas en castellano. Su obra más importante en la reivindicación de la cultura gallega fue “Cantares gallegos” publicada en 1863, donde describió su tierra en lengua gallega, haciendo una denuncia social por las condiciones de explotación de los segadores de Castilla, que muchas veces se veían obligados a emigrar. Expuso en estas glosas costumbres populares y recreó personajes típicos como gaiteros o mendigos.

La relevancia de Rosalía de Castro en el Rexurdimento, el renacimiento cultural gallego, fue trascendental. Su obra ayudó a revalorizar la lengua gallega en una época en que este idioma había desaparecido casi por completo del ámbito literario.

Al presentar temas locales y preocupaciones sociales en gallego, Rosalía no solo contribuyó a la revitalización idiomática, sino que también fortaleció la identidad cultural gallega. Esto situó a esta región y su lenguaje en el mapa literario español de la época.

En 1863 escribió “A mi madre” un libro de poemas dedicado a su madre, con toda la angustia que le produjo su muerte, acaecida en 1862. En 1866 escribió “Ruinas” una novela donde cuenta la vida de tres mujeres a las que no les es fácil adaptarse a la vida moderna. En 1867 publicó una novela de misterio y fantasía: “El caballero de las botas azules”.

En 1880 escribió mientras residía en tieras castellanas, “Follas novas” en gallego, donde toca temas intimistas con una reflexión pesimista sobre la soledad y la muerte, denunciando condiciones de vida precarias del pueblo gallego. Un año después una nueva novela breve vio la luz: “El primer loco”. En 1885 escribió “En las orillas del Sar”, en castellano.

La influencia de Rosalía de Castro persiste en la literatura española actual. Sus obras han sido fuente de estudio y admiración, reflejándose en la inspiración que proporcionan a escritores contemporáneos.

Las temáticas sociales y personales que exploró todavía son vigentes, y su compromiso con la lengua gallega sigue siendo un referente para la identidad cultural en España.

Rosalía poseía una salud muy frágil, que se agravó con un cáncer de útero, que la condujo a la muerte a los 48 años de edad. Falleció en Padrón el 15 de julio de 1885.

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Francisco de Quevedo

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, poeta del Siglo de Oro español, que escribió letrillas, sonetos, silvas, canciones, romances, décimas, etcétera, nació el 14 de septiembre de 1580, en Madrid (España), siendo el representante de la otra faceta del Barroco, el conceptismo, criticando los cultismos, el uso exagerado de metáforas e hipérboles y el retorcimiento sintáctico, privilegiando la paradoja, la antítesis y las comparaciones. Sus temas preferidos fueron el sentido de la vida, el paso inexorable del tiempo y lo indescifrable de la muerte.

Creció rodeado de la nobleza y los lujos cortesanos, hasta que a los seis años conoció el infortunio de la orfandad. Se dirigió a Ocaña (provincia de Toledo) para estudiar con los jesuitas, y luego Teología en Alcalá. Quevedo recibió una educación clásica enfocada en la retórica, griego y latín, lo que asentó las bases para su dominio del lenguaje y su estilo característico. La influencia jesuita planteaba un rigor intelectual, desarrollando en Quevedo una notable habilidad para el análisis crítico, que más tarde enriquecería su obra literaria y filosófica.

En la Corte de Valladolid comenzó su enemistad con Luis de Góngora de quien se mofaba, dedicándole el poema “A una nariz”. Ese era su estilo, el burlesco, que también imprimió en su única novela picaresca “Vida del Buscón” publicada en 1626, escrita en lenguaje barroco y muy retorcido, donde desfilan personajes marginales facinerosos y truhanes, que reflejan la sociedad española de la época.

No solo fue Góngora motivo de sus burlas, sino que luego se sumarían a la lista, Juan Ruiz de Alarcón y Juan Pérez de Montalbán, todos convertidos en sus enemigos.

Retornó a Madrid con la Corte en 1606, donde continuó escribiendo sátiras y nacen allí cuatro de sus “Sueños”, entablando amistad con Félix Lope de Vega y con Miguel de Cervantes Saavedra.

Su amistad con el Duque de Osuna le permitió viajar a Italia como su secretario en 1613, y luego se trasladó a Madrid donde se contactó con el duque de Lerma que le consiguió al Duque de Osuna el puesto de virrey de Nápoles en el año 1616. Luego de varias misiones más, es recompensado por el Duque de Osuna en 1618, con el hábito de Santiago. El conceptismo se caracteriza por su economía verbal y profundidad conceptual, utilizando juegos de palabras, contrastes y paradojas. Quevedo perfeccionó este estilo, contrastándolo con el culteranismo de Góngora, que privilegiaba la ornamentación y el culto a la forma. Sus sonetos reflejan con precisión este ingenio condensado, ejemplificando la brillantez y agudeza de su pensamiento crítico.

Acusado de tratar de independizarse de España, el duque de Osuna fue condenado, y Quevedo acompañó su desdicha siendo desterrado en el año 1620 a unas tierras para él adquiridas por su madre, pero que el desconocimiento de su propiedad, le acarrearía un largo y costoso proceso judicial que se resolvió en forma favorable recién luego de su deceso. La participación de Quevedo en intrigas políticas le valió tanto favores como enemigos poderosos. Su íntima vinculación con el Duque de Osuna lo situó en el centro de controversias, llevándolo al exilio y, eventualmente, a prisión bajo acusaciones de conspiración, en un periodo de profunda agitación política en España.

En ese tranquilo lugar en la Torre de Juan Abad, su inspiración poética afloró en plenitud, completando su obra “Sueños”, escribiendo obras de tono moral como por ejemplo “Virtud militante”, o sobre política, como “Política de Dios, Gobierno de Cristo”, y en defensa del patronato español en “Su espada por Santiago” y “Memorial por el Patronato de Santiago” en 1628. Tampoco abandonó la sátira que expresó en “La hora de todos” y “Discurso de todos los diablos”; aferrándose para sobrellevar los duros momentos, en el estoicismo de Séneca. Obras como “La hora de todos” muestran su talento para la sátira mordaz. En esta labor crítica retrata personajes arquetípicos y critica la corrupción y decadencia de su tiempo, utilizando un estilo incisivo que ridiculiza y revela las hipocresías sociales y políticas.

Con la llegada al trono de Felipe IV, y su valido el conde Olivares renació la actividad política y cortesana de Quevedo, escribiendo cartas de sus viajes por Andalucía y Aragón acompañando al rey, quien lo convirtió en su secretario en 1632, aunque también se acentió un hombre de vida desordenada, bebedor y mujeriego. Si bien el período entre 1633 y 1635 se plasmó en una obra fecunda como “De los remedios de cualquier fortuna” “La cuna y la sepultura” “Los cuatro fantasmas” “Virtud Militante”, “La culta latiniparla”, “La perinola”, la segunda parte de “Política de Dios” entre otras, vendrá a partir de entonces la publicación de varios libelos en su contra, que lo llevaron a prisión en 1639, la que cumplió en León, en el convento de San Marcos, donde se dedicó a la lectura critica de Séneca, Homero y Cicerón entre otros.

La angustia acabó en 1643, retirándose a la Torre de Juan Abad y renunciando a la Corte. Ya estaba su salud muy deteriorada, falleciendo el 8 de septiembre de 1645 en el Convento dominico de Villanueva de los Infantes. El estoicismo de Séneca permeó los escritos filosóficos de Quevedo, como «Virtud militante», donde examina la virtud y la moralidad humanas. A través de estos textos, Quevedo reflexiona sobre el valor del autocontrol y la fortaleza interior ante la adversidad, ideas que resuenan con la filosofía estoica clásica.

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Jorge Manrique

Jorge Manrique nació alrededor del año 1440 en un señorío familiar ubicado en Paredes de Nava (Palencia). Las letras y las armas formaron parte de su herencia familiar, ya que era hijo de Don Rodrigo Manrique, primer Conde de Paredes de Nava, maestre de la Orden de Santiago, gran poeta que escribió romances, canciones y villancicos octosílabos, con una actitud elegíaca hacia la vida. Fue su tío Don Gómez Manrique, que fue según Menéndez Pelayo uno de los más grandes poetas del siglo XV.

La cercana influencia de su madre, que pertenecía a una noble familia, también dejó una huella en su desarrollo. Jorge fue educado dentro de los privilegios de su estatus, lo que le permitió florecer tanto en las letras como en las armas.

A través de su madre, adquirió una sensibilidad humanista que más tarde reflejaría en sus obras. Sus hermanos también jugaron un papel en su vida, contribuyendo a su conocimiento en asuntos literarios y militares, formando un entorno que favoreció su talento innato.

En el año 1476 falleció su padre y no mucho más tarde su madre. Se instruyó en las artes militares y estudió Humanidades. Su acción guerrera adquierió notoriedad con el asedio al castillo de Montizón y luchó a favor de la reina Isabel. El 24 de abril de 1479 fue herido mortalmente ante el castillo de Garci Muñoz, en Cuenca, al defender el campo de Calatrava (comarca de La Mancha) en tierras de propiedad del marqués de Villena.

En el contexto de la guerra civil castellana, Jorge Manrique se alineó con la reina Isabel, quien buscaba consolidar su poder en un reino dividido. Esta decisión estratégica no solo reflejó sus relaciones familiares y políticas, sino también su compromiso con la causa isabelina durante un periodo de intensa agitación política en la península ibérica.

Su breve producción literaria (48 obras) ubicadas entre la época medieval y la renacentista, sin demasiadas ataduras a la rima, de lenguaje sencillo, sobrio, puede agruparse de acuerdo a sus temas en:

a) Poemas sentimentales como “Castillo de Amor”, “La Profesión que hizo en la Orden de Amor”, “Sin Dios, sin vos y sin mí”, “Escala de Amor” y “Es una muerte escondida”.
b) Poemas satíricos: de contenido atrevido, burlón e irónico como “Convite que se hizo a su madrastra” o “Coplas a una beoda”.
c) Poemas elegíacos: son escritos en forma de copla haciendo alusión a lo efímero, y pasajero de la vida y los placeres y bienes materiales. Así menciona entre estas cosas fugaces al placer, el poder, las riquezas y el linaje.

Las «Coplas a la muerte de mi padre», por su profundidad y emotiva sensibilidad, dejaron una huella indeleble en la literatura española. Su influencia se extiende más allá de su tiempo, sirviendo de inspiración a poetas del Siglo de Oro como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora.

Estas coplas, con su reflexión sobre la vida y la muerte, resonaron en las corrientes literarias posteriores, cimentando el lugar de Manrique en el canon literario español.

Entre estas reflexiones sobre la vida y su rápido paso y desaparición, se destacó sin lugar a dudas el canto fúnebre que compuso en honor a su progenitor las “Coplas a la muerte de mi padre” son el doloroso elogio de un hijo, escrito en coplas de pie quebrado, con rima consonante, ubicadas en la época medieval, propias de la lírica cortesana, concibiendo a la vida como un paso hacia la muerte. Sin embargo, se observan algunos elementos renacentistas, al hacer alusión a ciertos placeres de la existencia, y a perpetuarse a través de la ejemplaridad y la fama bien ganadas. Concluye su elegía con gratitud y resignación cristiana. Fueron publicadas en Sevilla en el año 1494.

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Lope de Vega

Apasionado, atractivo, creativo, aventurero, máximo exponente del drama nacional o “comedia española” Félix Lope de Vega y Carpio “El Fénix de los ingenios” nació en Madrid un 25 de noviembre del año 1562. Fueron sus padres, el bordador, Félix de Vega y Francisca Fernández Flórez, una familia acostumbrada a las estrecheces económicas.

Tempranamente demostró su genialidad, aprendiendo a los cinco años a leer castellano y latín, y comenzar a componer sus primeros versos. Las comedias nacieron de su pluma a los doce años. A su gran maestro Vicente Gómez Martínez-Espinel, poeta y músico radicado en Madrid, le dedicó le dedicó párrafos y sonetos. Junto a los jesuitas cursó estudios que luego intentó completar en la Universidad de Alcalá de Henares, entre 1577 y 1581, pero no logró concluir el Bachillerato.

Esta formación temprana con los jesuitas, reconocidos por su disciplina académica y metodologías avanzadas, desempeñó un papel importante en el desarrollo intelectual de Lope de Vega.

La instrucción recibida en el Colegio Imperial le brindó un firme dominio del latín, formó sus habilidades retóricas y literarias, y forjó una base sólida para sus futuros escritos. Este entorno académico también lo expuso a debates filosóficos y teológicos que influenciaron tanto su pensamiento personal como su obra, dejando huella en su capacidad para abordar temas complejos con agudeza y profundidad.

Huyó de la casa paterna a la que jamás pudo volver. Estuvo al servicio del marqués de las Navas, pero ingresó a la Marina escapando de una conflictiva relación con María de Aragón (Marfisa) y estuvo en el campo de batalla, cuyo mando era desempeñado por Álvaro Bazán, en el combate naval de Terceira, el 26 de julio de 1582, contra los franceses, con resultado favorable a España.

Sufrió el destierro de la Corte, entre 1588 y 1595, al conocerse unos libelos que difamaban a Elena Osorio, su primer gran amor, que se casó con otro, lo que despertó el enojo de Lope, plasmado en versos injuriosos. Luego ese apasionado y frustrado amor, inspiraría su “Galatea”.

El destierro de la Corte marcó un periodo de introspección y creatividad para Lope de Vega. Durante estos años de alejamiento obligado, lejos de la efervescencia cortesana, Lope encontró un espacio propicio para la producción literaria, consolidando su genio dramático.

Obras como «La Arcadia» y numerosas poesías reflejan una introspección personal y una madurez estilística que probablemente fueron impulsadas por la soledad y el aislamiento emocional.

Las mujeres continuaron siendo un problema en su vida. Habiendo contraído matrimonio en 1588 con Isabel de Alderete y Urbina, su “Berlina”¸ dama de alta clase social, con quien vivió en Valencia, luego de volver derrotado de su campaña con la Armada Invencible, sufrió su pérdida en 1594. Luego de recibir el indulto por aquel caso de Elena, en 1596, fue acusado por tener como manceba a Antonia de Trillo.

Fue secretario del marqués de Malpica y del duque de Alba, para quien escribió la “Arcadia” novela pastoril en 1598. Ese año también escribió “La Dragontea”.

Contrajo segundas nupcias con Juana de Guardo, quien falleció en 1613, con motivo de dar a luz. Sus amores se continuaron ininterrumpidamente, por ejemplo con Micaela Luján con quien tuvo varios hijos.

En esta época también surgió una profunda enemistad con Góngora y el intercambio de duras sátiras. En 160 2 apareció “La hermosura de Angélica” imitando a Ludovico Ariosto, poeta italiano de fines del siglo XV y comienzos del XVI; y en 1604 se publicó “El peregrino de su patria”.

Más allá de su conocida rivalidad con Góngora, Lope de Vega mantuvo relaciones complejas con otros escritores de su tiempo, como Cervantes.

Si bien existieron tensiones, también hubo momentos de reconocimiento mutuo, fomentando una atmósfera de dinamismo literario. Estos intercambios enriquecieron su obra, desafiándole a explorar nuevos enfoques y consolidando su posición en el canon literario español.

Desde 1605 fue secretario del duque de Sessa, alternando sus pasiones mundanas con algunas necesidades espirituales, que concretó al quedar viudo por segunda vez, ingresando al sacerdocio, profesión que se vio muchas veces amenazada por sus continuos desbordes sentimentales, entre los que cabe destacar la relación que mantuvo con Marta de Nevares (Amarilis) que luego perdió la visión y enloqueció.

En 1609, basado en el poeta italiano Torcuato Tasso escribió “Jerusalén conquistada”, y ese mismo año, “Arte nuevo de hacer comedias” donde expuso las normas para escribirlas, debiendo incorporarse lo humilde y lo plebeyo, lo trágico y lo gracioso, dejar de lado la unidad temporal, agregarar el dualismo de los planos, y hacer que se asemeje lo más posible a la vida.

Las innovaciones de Lope en el teatro establecieron los cimientos de la comedia nueva, un género caracterizado por la ruptura de normas estrictas y la incorporación de personajes de diferentes estamentos sociales.

Estas novedades no solo democratizaron el teatro, haciéndolo más accesible y reflejo de la realidad española, sino que también dotaron a las obras de un dinamismo que resonaba con el público de su tiempo y continúa fascinando a generaciones posteriores.

En 1632, escribió “La Dorotea”, novela en forma de diálogo, y en 1634, “La Gatomaquia”, una parodia épica.

Murió cristianamente en Madrid el 27 de agosto de en 1635. Su producción literaria, que se estima pudo alcanzar unas mil quinientas obras, pero de las que se conoce solo una tercera parte, incluye todos los géneros, aunque se destacó el teatro.

Entre sus obras maestras del teatro clásico español no puede dejarse de nombrar “El caballero de Olmedo” “Fuenteovejuna”, “Peribáñez y el comendador de Ocaña” y “El mejor Alcalde, el Rey”. En poesía mitológica son dignos ejemplos: “La Circe”, “La Filomena” y “La Andrómeda”. Dejó huellas profundas en Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Alarcón, entre otros.

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Juan Ramón Jiménez

Este poeta con influencia del modernismo y del vanguardismo francés, trató de elevar a la poesía a la belleza pura, quitándole lo inútil y superfluo, buscando para cada cosa un nombre característico. Fue llamado por Rodó “el Andaluz universal”. La influencia de su entorno familiar en Moguer fue fundamental para su desarrollo artístico. Desde joven, Jiménez mostró un profundo interés por la literatura, inspirado por la riqueza cultural que lo rodeaba.

Motivado por sus padres y profesores, comenzó a explorar el mundo de las letras, sentando las bases de su futura carrera.

Juan Ramón Jiménez Mantecón, nació el 23 de diciembre de 1881 en Moguer (Huelva), integrando una familia de bodegueros. Estudió con los jesuitas, siendo un destacado estudiante y egresando como Bachiller de Artes.

En 1896 emprendió en Sevilla su carrera como pintor, colaboró en diarios y revistas y empezó a escribir. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla pero no concluyó sus estudios. La muerte de su padre en el año 1900 lo sumió en una profunda depresión. Viajó a Madrid en 1913, donde conoció el amor, contrayendo enlace con su musa inspiradora, Zenobia Camprubí, en Estados Unidos, en 1916. Zenobia Camprubí desempeñó un papel fundamental en su vida y obra. Sus traducciones al inglés de la poesía de Jiménez no solo ampliaron su público, sino que también enriquecieron su visión literaria.

La colaboración mutua potenció la fuerza expresiva de sus escritos y cimentó su prestigio internacional. El cáncer afectará la salud de su amada a partir de 1931.

Perteneció a la Generación del 27 progresando sus escritos desde el simbolismo francés y el modernismo español de la primera época (entre 1898 y 1916) a la poesía pura, del período comprendido entre 1916 1949, donde su rescate por lo esencial, lo llevó a reemplazar por ejemplo la g por la j.

A la primera etapa, conocida como “época azul” con influencia de Góngora, Bécquer, Heine, Rubén Darío, Rimbaud, entre otros, corresponden poemas sobrios como “Ninfeas” (1900) “Almas de Violeta” (1900) “Rimas” (1902) “Arias tristes” (1902) “Pastorales”(1903-1905) “Jardines lejanos” (1904) “Olvidanzas” ( 1906-1907) “Baladas de primavera” (1907) “Elegías” (1907-1908) “La soledad sonora” (1908) “Poemas mágicos y dolientes” (1911) “Melancolía” (1912) y “Laberinto” (1913).

“Diario de un poeta recién casado” (1916) se halla en el límite entre ambos períodos.

De la segunda etapa caben citar: “Estío” (1916) “Poesías escogidas” (1917) “Eternidades” (1918) “Unidad, Piedra y Cielo” (1919) “Poesía” (1922) “Segunda antología” (1922) “Belleza” (1923) “Canción” (1935) “Tercera antología” (1957) donde los propios títulos son grandes abstracciones.

Su obra en prosa poética “Platero y yo” (1917, edición completa) será la más recordada, donde amorosamente y en breves capítulos, describió un borriquito mezclando el mundo real con la fantasía, en lenguaje claro y sencillo.

Luego de la Guerra Civil española se mudó a Puerto Rico. El exilio, resultado de la Guerra Civil española, marcó un cambio en la obra de Jiménez. Las experiencias vividas en Estados Unidos y Puerto Rico se reflejaron en temas más introspectivos y universales.

Su poesía se impregnó de nuevas realidades, enriqueciendo su legado literario y ampliando el alcance de su trabajo. En 1956 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, aunque no pudo disfrutarlo ya que tres días más tarde falleció su esposa.

Falleció el 29 de mayo de 1958, en San Juan (puerto Rico). Sus restos descansan en España.

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Jorge Guillén

Jorge Guillén, el poeta austero, optimista, un tanto frío, pues liberó su obra de la emoción, conocedor y admirador de la tradición clásica, de la belleza, de la vida, y del amor, con gran influencia de Juan Ramón Jiménez, nació en Valladolid el 18 de enero de 1893.

Estudió Filosofía y Letras en Madrid, aunque la Licenciatura la obtuvo en Granada. En 1919 viajando por Europa, conoció, a Germaine Cahen, que se convertiría en su esposa dos años después, y a quien le escribió 793 cartas de amor. Tuvieron dos hijos, Teresa y Claudio.

Hasta 1923 ocupó el cargo de lector en la Universidad de La Sorbona, en París; tres años después ocupó una cátedra en la Universidad de Murcia, y en 1931, en Sevilla. En 1938 fijó su residencia en Estados Unidos, donde decidió exiliarse a causa de las consecuencias de la Guerra Civil, y trabajó como docente. En 1947 quedó viudo, y diez años después, se jubiló del Wellesley College.

Radicado en Italia contrajo segundas nupcias con Irene Mochi-Sismondi, en 1958 viajando con ella a Málaga, luego de fallecer Franco. En 1970 sufrió un accidente que le obligó a dejar la docencia que había retomado, dando clases en Harvard y Puerto Rico.

Fue el iniciador de la llamada “poesía pura” dentro de la Generación del 27. Su obra se caracterizó por la abundancia de signos enfáticos, monólogos frecuentes, oraciones sin verbos, sustantivos sin artículos, y estrofas ilimitadas divididas en cuartetos de versos cortos. Guillén, junto a sus contemporáneos de la Generación del 27 como Federico García Lorca y Pedro Salinas, revolucionó la poesía española. Su interacción y colaboración con estos poetas no solo enriquecieron su obra individual, sino que también forjaron un movimiento literario que redefinió la lírica del siglo XX. La mezcla de modernidad y tradición fue un sello distintivo de este grupo, del cual Guillén fue un pilar fundamental.

Su más famosa colección de poemas se denominó “Cántico”, cuya primera edición apareció en 1928 en “La Revista de Occidente”, que ampliándose a través de diversas ediciones llegó a reunir trescientos treinta y cuatro poemas en la edición publicada en Buenos Aires en 1950. A partir de la tercera edición se le añadió un subtítulo: “Fe de vida”. Está dividida en cinco partes cuyos títulos son: “El aire de tu vuelo”, “Las horas situadas”, “El pájaro en la mano”, “Aquí mismo” y “Pleno ser”.

Criticado por su exceso de optimismo en la vida por quienes padecieron los horrores de la guerra, publicó “Clamor Maremagnun” en 1957, que tendría dos partes más, en 1960 (“Clamor…que van a dar al mar”) y en 1963 (“Clamor. A la altura de las circunstancias”) donde abordó temáticas más duras como la guerra, la miseria, el dolor y la muerte, aunque no omitió la referencia a la esperanza y a las ganas de seguir viviendo.

También escribió entre otros, la obra poética teatral “El huerto de Melibea” (1954) “Del amanecer y el despertar” (1956) “Historia natural” (1960) Homenaje (1967) “Y otros poemas” (1973) y “Final (1981).

Recibió los siguientes premios: el Premio Cervantes en 1976 y un año después, el Premio Internacional Alfonso Reyes. En 1983 fue distinguido como Hijo Predilecto de Andalucía.

Falleció el 6 de febrero de 1984, descansando sus restos, inhumados sin ritos religiosos, en el cementerio inglés de Málaga. Su epitafio reza: “Aquí yace un enamorado de la vida”.

Mientras vivía en Italia, Guillén continuó mostrando un profundo interés en la cultura, promoviendo las relaciones literarias entre Italia y España. Durante su estancia, siguió escribiendo y participando en eventos culturales hasta el final de la dictadura de Franco, período en el que su obra adquirió un nuevo significado para las nuevas generaciones de lectores españoles.

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Ángel González

Ángel González Muñiz, “el poeta del compromiso” que tocó temas intimistas y sociales, con lenguaje sencillo, irónico, gracioso y urbano, nació el 6 de septiembre de 1925, en Oviedo (España). Las tragedias personales marcaron profundamente su vida: el fallecimiento de su padre cuando Ángel tenía apenas un año y medio de edad y el asesinato de su hermano Manolo en 1936, que fue fusilado por los franquistas en León, durante la Guerra Civil. Su hermano Pedro sufrió el exilio, y su hermana Maruja perdió su trabajo de maestra.

Durante su juventud, Ángel González se vio influenciado por maestros que despertaron su interés por la literatura. En particular, un profesor de secundaria fue quien le presentó la obra de Antonio Machado y Miguel de Unamuno, autores que marcaron profundamente su estilo inicial.

Su experiencia educativa se entrelazó con el ambiente cultural de Oviedo, donde el contacto con otros jóvenes poetas fomentó su interés por las letras y la necesidad de expresar sus vivencias a través de la poesía.

En el municipio de Páramo del Sil, al sur de Asturias, se instaló convaleciente de tuberculosis, en 1943, lo que lo acercó a la literatura leyendo y escribiendo poemas y le ocasionaría como secuela una insuficiencia respiratoria crónica. Contrajo enlace en 1946 con la norteamericana Sirley Manzini.

Tras estudiar Derecho en la Universidad de Oviedo, comenzó sus estudios de periodismo en Madrid en 1950. Cuatro años después logró ingresar al cuerpo técnico del Ministerio de Obras Públicas de Sevilla donde permaneció hasta 1955, año en que pidió una excedencia y se trasladó a Barcelona donde se desempeñó en editoriales como corrector de estilo. Ingresó al Círculo de Poetas de Barcelona, publicando en 1956 su primer libro “Áspero mundo” inspirado por los horrores de la guerra, y por el que recibió un accésit del Premio Adonais.

Regresó a Madrid donde tomó contacto con escritores como Gabriel Celaya, Caballero Bonald y Juan García Hortelano, mientras seguía trabajando como empleado público.

Publicó en 1961 “Sin esperanza, con convencimiento”, donde analizó socialmente las causas que llevaron a la derrota a la causa revolucionaria española, adscribiéndose a los poetas de la generación del 50.

En 1962 su libro “Grado elemental” recibió el Premio Antonio Machado. En 1965 escribió una serie de poemas de amor que tituló “Palabra sobre palabra”, en 1967 publicó “Tratado de Urbanismo” y en 1971 “Breves acotaciones para una Biografía”.

Se estableció en Estados Unidos para dar clases como profesor universitario.

En los Estados Unidos, González alcanzó un reconocimiento notable dentro de círculos literarios internacionales. Sus colaboraciones con poetas americanos y su participación en eventos literarios ampliaron su influencia fuera de España.

En 1985, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, consolidando su prestigio como figura influyente en las letras iberoamericanas y resaltando su capacidad para conectar con un público global a través de su poesía comprometida y emotiva.

Para integrar el jurado del Premio Casa de las Américas de poesía se trasladó a Cuba en el año 1979. Conoció a Susana Rivera, a quien le dedicó su poema “Quise”. En 1983 apareció “Prosemas o menos”. Recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1985 y el Internacional Salerno de Poesía en 1991. En 1992 publicó “Deixis en fantasma” Se casó con Susana Rivera en 1993, jubilándose como docente de la Universidad de Nuevo México, donde conoció a Susana que había sido su discípula.

En enero de 1996 integró la Real Academia Española. Obtuvo, también en 1996 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En 2001, publicó “Otoño y otras luces”, su última obra.

Sus últimas obras fueron recibidas con elogios de la crítica, quienes destacaron su habilidad para evolucionar manteniendo una voz auténtica y resonante.

Críticos como Luis Izquierdo analizaron cómo «Otoño y otras luces» exploraba la madurez y la reflexión introspectiva del poeta. Este análisis vino acompañado de un reconocimiento de su aportación al movimiento poético de la generación del 50, cerrando el ciclo de una trayectoria literaria comprometida con los valores humanistas.

Sus últimos años los vivió en España, separado físicamente de su segunda esposa que residía en Estados Unidos. Falleció en una Clínica de Madrid, 12 de enero de 2008, a los 82 años, inesperadamente, pues estaba planeando un viaje con Susana, aunque como consecuencia de la insuficiencia respiratoria que lo acompañó luego de la tuberculosis. Sus cenizas reposan en Oviedo.

Su obra completa fue publicada en tres oportunidades, siendo la última de 1986. Póstumamente, el año de su muerte se publicó “Nada grave” y en 2009 “La Primavera avanza”. Su gran amigo, Joaquín Sabina le dedicó la canción “Menos dos alas”.

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Luis de Góngora y Argote

Luis de Góngora y Argote profundizó los aspectos formales de la lengua durante el Siglo de Oro español, siendo poeta y dramaturgo, representante del culteranismo barroco, caracterizado por la bivalencia de sus obras, entre sus letrillas y romances populares, que escribió hasta 1610 y el cultismo que preponderó luego, por lo que fue llamado “El ángel de las tinieblas”, hasta que Dámaso Alonso lo valorizó en forma positiva, considerando que sus períodos tan tajantemente diferenciados no fueron tales, sino que en la segunda época profundizó los elementos metafóricos y los demás recursos literarios, complejizándolos. Tuvo gran influencia en la Generación del 27.

Nació en Córdoba (España) el 11 de julio de 1561, en el seno de una familia culta; siendo sus padres el abogado Don Francisco de Argote y Leonor de Góngora, perteneciente a una familia noble. Al igual que hará con las palabras de sus creaciones literarias, jugó con ellas en su propio nombre, haciendo una transposición, donde colocó primero el apellido materno.

En la Universidad de Salamanca, Góngora estuvo rodeado de un ambiente académico vibrante, donde asistió a clases de profesores destacados en el ámbito humanista. Aunque no completó su licenciatura en derecho, este período fue clave en su desarrollo intelectual. Estimuló su interés por los estudios clásicos y se empapó de una atmósfera repleta de ideas innovadoras, las cuales influirían notablemente en sus obras posteriores.

En su propia familia tomó contacto con grandes humanistas, decidiendo estudiar leyes en la Universidad de Salamanca, carrera que no concluyó. A la edad de 24 años se decidió por la vocación eclesiástica, logrando recién a los 45 años ordenarse como sacerdote en la catedral de Córdoba. Protegido del duque de Lerma, logró ser designado capellán de honor del rey Felipe III.

Recorrió Madrid, Granada, Cuenca, Burgos, Salvatierra, Pontevedra y Toledo, mientras componía sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas, retornado a Córdoba en el año 1609. Un año después, comenzó la producción de sus versos oscuros e intricados, dejando de ser el “Poeta de la luz”. Escribió “Oda a la toma de Larrache” y en 1613 “Polifemo”. De esta época también data “Soledades” su más famoso poema que combina lo pictórico y lo musical con lo poético, usando intricadas metáforas que demuestran una profunda imaginación y utilizando para complicar aún más las frases, el hipérbaton, con audaces alteraciones sintácticas.

En «Soledades», Góngora emplea una densa red de metáforas, como en el verso donde describe el mar como «cristalino bóreas que guía». Además, en «Polifemo», usa técnicas complejas como el hipérbaton, transformando la estructura de las oraciones para enfatizar la musicalidad y el ritmo del lenguaje, creando así una experiencia poética única y envolvente.

Su peculiar estilo le valió seguidores y detractores. Entre los primeros se destacaron sor Juana Inés de la Cruz, Anastasio Pantaleón de Ribera y el Conde de Villamediana, entre otros. Su máximo detractor fue sin dudas, Francisco de Quevedo que le dedicó el soneto “A una nariz”, para burlarse de él.

Góngora también mantuvo una relación compleja con figuras como Lope de Vega y Miguel de Cervantes. Aunque hubo rivalidades literarias, estas interacciones enriquecieron su obra. Las disputas y debates con sus contemporáneos sobre estilo y técnica fertilizaron el terreno para la diversidad creativa durante el Siglo de Oro.

La Generación del 27 encontró en Góngora una fuente de inspiración para desarrollar nuevos enfoques poéticos. Poetas como Federico García Lorca adoptaron su uso de imágenes ricas y simbólicas, mientras que otros como Rafael Alberti exploraron su complejidad sintáctica, reinterpretando sus innovaciones para el contexto moderno.

Durante su vida, Góngora disfrutó de la protección del Duque de Lerma y fue apreciado en la corte de Felipe III. Sin embargo, su estilo innovador generó polarización: algunos contemporáneos valoraban su genialidad, mientras que otros lo criticaban por su oscuridad. La respuesta mixta a sus obras reflejó tanto admiración como controversia en los círculos literarios.

La apoplejía lo condujo a la muerte, que ocurrió en su Córdoba natal, el 23 de mayo de 1627.

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